Me incliné ante la inmensa cruz como todos los santos domingos... mi alma y espíritu eran entregados al Señor, sin temores y con una paz perfectamente palpable por mis sucias manos... El aire de la iglesia, los coros gregorianos, y la risa de unos niños dibujaban un bella escena, un inolvidable momento de alegría... Me sumergí en la piedad orando místicos cánticos celestiales... no podía ver a Dios pero le conocía...sentía su aliento puro mover mi destino...y mis sucias manos seguían empalmadas al suelo bajo la mirada divina...el éxtasis por mi gran obedecimiento a sus mandatos me hacían brotar lágrimas de emoción al sentir su presencia...su conformidad con mi acto...su acto...
... Mis manos seguían sucias ante el mosaico bajo el altar...
... tiñendo con el bendito color púrpura la ascensión de la infeliz pecadora.
The Wizard.-
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